El voluntariado forma parte del carisma de la Institución desde su comienzo. Enseguida se ofrecieron médicos, enfermeras y numerosas personas para ayudar en cualquier tarea necesaria de la Casa.
El voluntariado hoy tan extendido, fue una visión profética de la Madre Rosario, que tuvo la idea de la colaboración de seglares como parte integrante de la Institución. La colaboración está abierta a lo que cada uno pueda aportar y el tiempo del que disponga. Atención médica y sanitaria, asistencia en el cuidado y entretenimiento del enfermo, ayuda en las tareas cotidianas. Los voluntarios jóvenes, durante todo el año, pero, sobre todo en los campos de trabajo de verano, son una ayuda intensiva y comprometida que llena la casa de alegría y entusiasmo animando a los acogidos con fiestas y excursiones. Son un testimonio para todos y semilla de donde han surgido algunas vocaciones.
La Institución acepta ampliamente la colaboración tanto material como espiritual, de toda edad y condición. Los enfermos aprecian la entrega generosa de los voluntarios, que les dedican, a veces sus mejores horas, y esto hace en ellos un gran impacto.
Un joven voluntario escribe:
lo cotidiano, lo que se recuerda, lo que se echa de menos cuando uno se va de allí, son las personas, los rostros, las miradas, el cariño, la alegría, la vida que bulle en todas las esquinas de esta familia.