Virginia Ballester es otra de los jóvenes que este verano han realizado un campo de trabajo en la Casa de Granada, como alumna de la Compañía de María. Es de Almería y ha querido compartir su experiencia, una de las mejores experiencias de su vida, según sus propias palabras:
«Hace ya casi dos meses que estuve en la casa de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús, y aún sigo sin palabras.
Es una casa en la que trabajan sobre todo con voluntarios, que además de ayudar a las personas que están allí, traen comida, les hacen de comer…
Ha sido una de las mejores experiencias que he tenido nunca, que te cambia la visión de tu vida y te ayuda a reflexionar bastante. Me ha gustado tanto que hay una casa de la Institución donde vivo y no lo dudé ni un segundo para ir de voluntaria aquí.
Empezando por el principio, cuando entre por primera vez a la casa me dio bastante respeto. Pero al escuchar a la Hermana María Eugenia, la verdad que me encantó y algo dentro de mí me dijo que tenía que echar una mano ahí. Una de las cosas que más me impresionó fue las condiciones que nos dijeron que una persona pudiera ser acogida allí: Estar solo, no tener medios, enfermo…
El primer y segundo día son los más duros, porque no conoces aún a las personas que están allí, qué les gusta hacer, sus manías… Una de las cosas que más me llenó del primer día fue darle de comer a Carmencita, una mujer con Síndrome de Down profunda que ni habla, ni ve…
Al paso de los días, me fui sintiendo cada vez más a gusto: dar paseos con ellos, jugar al dominó, parchís, escucharlos, pintar… Aunque parece que es a ellos a quienes aportas cosas, no es así, son ellos los que te lo aportan a ti, te aportan mucho más de lo que tú misma te piensas.
Otras dos experiencias que me marcaron fueron:La primera es con Encarnita, una mujer con demencia que se enfada bastante, nunca quería dar paseos, ni jugar a nada. Al cabo de los días empecé a estar con ella bastante y creo que el cariño fue mutuo. Ya que si yo le daba de comer no se enfadaba, conseguí que le gustara dar paseos (cosa que luego no quería parar de hacer), jugar a la pelota e incluso hacer puzles. Lo que más me llegó al corazón fue cuando le dijo a la Hermana que solo yo era su amiga.
La otra experiencia es con un hombre al que le di de comer un día pero al día siguiente no, y al verme me dijo que tenía que darle yo de comer y me preguntó por qué ese día no le había dado yo. Me llegó bastante al corazón al ver que se acordaba de mí.
Otra de las cosas, aunque pueda parecer que no, es que te ríes mucho con ellos.
Estas personas, me han aportado a mi vida muchísimo más a mí, de lo que le he podido yo ayudar a ellos. Cada uno es un mundo, con las vivencias que ha tenido, pero todos forman una grandísima familia, desde el primero al último. Y la verdad es que recomiendo a todo el mundo que vaya a echar una mano porque por pequeña que sea la ayuda, es muy grande, y además de ayudarles a ellos, ellos te ayudan a ti, más de lo que te piensas, a crecer como persona.
Son unas grandísimas personas todos y cada uno de ellos se ha ganado un hueco muy grande en mi corazón, junto con los compañeros que compartí esta experiencia: Irene Sánchez, Irene López, Santi y Ania.
Muchas gracias a todos, por ayudarme a vivir una de las mejores experiencias de mi vida. Espero volver pronto. Os quiero».
Virginia Ballester García