De lo teórico a lo práctico
Es una pena no poder gozar de estas experiencias más a menudo. Y como muchas de estas historias, todo comienza por casualidad, cuando un amigo me propuso la opción de pasar unos días en un ambiente distinto, hacer algo muy contrario a lo que hasta ahora había hecho en mi parroquia habitual. No era una convivencia más u otra actividad para estar con los amigos o recibir charlas y catequesis o hacer oración: Consistía en aproximarnos a algo cercano pero a la vez lejano a nosotros. Consistía en hacer algo más práctico. Para ello, el destino fue la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús, concretamente su casa de Granada, donde se organizan campos de trabajos para todo aquel que busca una experiencia con el pobre. En este viaje a lo desconocido nos embarcamos dos amigos y yo.
Tras un largo viaje nocturno en tren, la toma de contacto con la casa y el primer día fueron bastante duros debido a la suma del cansancio por el viaje, el conocer la situación de muchos de los acogidos en la casa y al ser prácticamente la primera vez que nos encontrábamos con esta realidad. Nos sentíamos totalmente abrumados, pero las hermanas al final del día nos dijeron que ese sentimiento era normal y que lo mejor era descansar.
Poco a poco, el día a día acaba descubriendo, como una voluntaria nos dijo, que «la casa es un pedacito de cielo». Aunque es duro saber que estás ayudando a otra persona porque ésta es absolutamente dependiente, ves en ellos la imagen de Dios, del pobre, del que no tiene nada, del que ha perdido casi todo, incluso sus pocos momentos de intimidad. Poco a poco vas conociendo a cada uno de los acogidos: Su nombre, sus problemas, qué tienes que vigilarle, qué horarios tiene, dónde come, dónde se sienta, etc. Y con ello, se empieza a coger cariño especial a todos y a cada uno de ellos.
Con el paso de los días nos fuimos adaptando al ritmo de la casa, al ritmo de los acogidos, al de las hermanas y al de todos los que colaboran. Fuimos conociendo la casa, aprendiendo a hacer las distintas tareas y servicios que aún siendo servicios no te lo parecen tanto, porque los compartes con unas personas únicas. Todos empiezan a conocerte, a acordarse de tu nombre, a saber en qué les puedes ayudar y en qué te pueden ayudar a ti… porque la casa, como dice un letrero en el comedor, es una gran familia, con sus cosas buenas y sus cosas malas, como todas las familias, pero una casa en la que el amor está por encima de todo.
A la vuelta de mi gran experiencia pude hacer una pequeña reflexión: A Dios se le puede encontrar de muchas formas. Pero no hay nada como pasar a de lo teórico a la acción y convertirse en discípulo práctico de Jesús, siendo un servidor de los pobres entrando en contacto directo con ellos saliendo de tu realidad para acercarte a la suya. Ahí, está realmente Dios.
Gabriel Jiménez Molina