Hace unos meses fui invitada a los Votos Perpetuos de Mª Eugenia y Elisa, mis amigas. Sabía que la Celebración prometía. Ya se sabe, algo tan auténtico y sincero forzosamente debe ser especial. Un momento de esos que pasa mucho tiempo hasta que se vuelve a repetir. La atmósfera se siente impregnada de amor de Dios y se agolpan muchos recuerdos de años atrás, en los que he podido ver y percibir el crecimiento de estas mujeres admirables que un día llegaron a la casa de Granada, quizás llenas de incertidumbres y por qué no alguna duda. Es el momento de la verdad en el que dirán, ya para siempre, que sus vidas no son lo primero, que escogen definitivamente el camino de la entrega sin límites, que cualquiera que las pueda necesitar las tiene incondicionalmente, eso tan difícil que sólo los escogidos son capaces de regalar, su vida;
Y uno se da cuenta de que el amor verdadero es posible, que no es una utopía. La Celebración avanza llena de momentos especiales; Silvio, el sacerdote que preside y los demás que concelebran, trasmiten la alegría por esa promesa definitiva, porque ellas serán los pies y las manos de los más necesitados, porque el Reino de Dios hoy y una vez más, vuelve a hacerse posible en un mundo que a veces parece perdido; ellas son luz, son ejemplo, son el espejo en el que mirarse.
Claramente Dios ha sido también generoso con ellas y las ha dotado de un corazón grande. Vamos sintiendo que la celebración se acaba, nos gustaría que durara más, pero llega el final. Hay regocijo por parte de todos: las religiosas, las familias, los sacerdotes, los residentes, amigos, voluntarios… Realmente un día inolvidable para guardar en el corazón.
Y a partir de ahora otra etapa, ésta ya con la solidez del que adquiere el compromiso de lo duradero, de lo que será para siempre, eso que cada vez cuesta más encontrar en este mundo egoísta y contradictorio. Y todas estas mujeres consagradas harán posible que sus casas sean remanso de lo que casi ya no queda, AMOR con letras mayúsculas, ese lugar donde entras y sientes que estás en casa, que nadie te hará daño porque estás en sitio seguro, que efectivamente la atmósfera hasta en el más escondido rincón, está llena de DIOS.
Una voluntaria