Sencillas fueron las palabras dirigidas en acción de gracias a Dios en la homilía por Chico, que dejaba definitivamente Regina Mundi el pasado mes de enero, tras compartir los últimos 21 años de su vida en la Casa, de la manera más silenciosa y entrañable, en estado de coma, pero rodeado en todo momento del cariño de las hermanas, sus compañeros y voluntarios: «Lc. 5, 17-21: Cuando leemos la lectura del paralítico, nos resulta sorprendente lo que los 4 hombres hicieron por poner al paralítico delante de Jesús. Estando en una camilla sostenida por los cuatro, éstos lo subieron a un techo, lo descolgaron y lo pusieron ante el Señor.
Y, precisamente en lo que no caemos en la cuenta, lo menos obvio, pudo ser lo más grande en ese momento. Sin hacer nada aparentemente, fue el paralítico quien acercó a los cuatro hombres a Jesús. Y fue el paralítico (quien con la reacción de Jesús) pone al resto de las personas que estaban ahí ante la Verdad, la Salvación, la Verdadera Alegría delante de sus ojos. Hasta ahora no había caído nadie en la cuenta de que Jesús puede sanar lo más importante y lo que más necesita ser sanado, el corazón.
Sabemos de Jesús, que a Él se quería acercar mucha gente, y que de Él salía una fuerza increíble, que atraía realmente. La gente quiere estar con ella, porque se sienten seguros, en paz, a veces también interrogados en lo profundo de nuestra vida, haciéndonos ver lo que tenemos nosotros. ¿De dónde le venía tanta fuerza? Sólo del Señor podía venir tanto que nos dijo Chico, sin pronunciar palabra.
Quizá su padre nunca podría pensar que Chico diera a tantos esta lección de vida y esto no desaparece con la muerte. Los caminos a la santidad pueden ser muchos, quizá su padre jamás pudiera pensar que su hijo pudiera ser santo y que pudiera hablar tanto de Dios. «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» es ahora el signo de la Resurrección, levantarse e ir a casa, ir con el Señor. Que él esté con Dios es lo mismo que decir que esta vida no es lo último, que su amor sigue vivo, y que no nos abandona (porque el Señor no os abandona), es el fundamento de nuestra fe.
Y ahora sí, Chico, sabemos que tú nos cuidas desde el cielo, sabemos que ya has dejado de sufrir, estás en paz y ahora sí podemos escuchar de ti: no tengáis miedo, no os preocupéis por mí que yo estoy con Dios, y aunque de forma diferente, sigo con vosotros. Yo a nivel personal lo cuento, a veces me he preguntado si después de morir, me podré encontrar con tantas personas de esta casa. A las que he cuidado y con las que me he sentido cuidado, que tanto me han hablado de fortaleza y de fe en mi vida; y ahora, pues me ocurre lo mismo con Chico.
Una vez más, el Señor nos trae aquí, ahora con el ejemplo de vida de Chico, para hacernos mirar al Sagrario y grabar estas palabras en nuestro corazón: «Yo soy la Vida». Gracias, Señor, porque Chico nos ha acercado a ti y su familia. Gracias, Señor, especialmente por su padre, que nos ha recordado durante mucho tiempo y nos recuerda hot quién es y dónde está la Vida.
Demos gracias por Cristo y que la comunión con Cristo nos mantenga en el verdadero camino, en la Verdad y en la Vida, que eres Tú, Señor.
Que así sea.