Con motivo del proyecto intercongregacional llevado a cabo en la Casa de Albacete, Elvira Navarro, fiel voluntaria de la casa, expresa, desde una óptica cristiana, lo que sienten muchos albaceteños ante la nueva situación. Hace un breve recorrido desde los comienzos de la obra, resaltando la labor de las hermanas de la Institución, de los voluntarios y da la bienvenida a las nuevas hermanas de la Consolación, que con su buena disposición hacen posible un trabajo conjunto de Iglesia:
«Hábitos que, engalanan la Iglesia de «lino blanco»
¿Qué milagro es este Dios mío que, en tan sencilla Casa se respire esta paz, pero no una paz cualquiera si no Tu Paz. Donde los abalorios y el consumismo no tienen la última palabra, donde la palabra ruido no tiene cabida pero si, donde la palabra Caridad es tan intrínseca al espacio habitado que hace de cada uno de sus rincones la más hermosa «Casa de Acogida» a tantas personas que se acercan esperando ser recibidas por manos misericordiosas. Manos que, no solo ofrezcan un mero servicio sino que ofrezcan el sentido y el calor de sentirse familia. Aquella familia que por una u otra razón, un día, perdieron. Sentirse que forman esa gran familia que, sin tener vínculos de sangre, Alguien les hace sentir que son los vínculos de filiación paternal divina. Este sentir que en ella se respira, es parte de ese «aroma» y que, yo me atrevo a decir que es la propia «fragancia de Dios», reflejada en la misión personalizada, del día a día, de cada uno de los templos habitados por tu Espíritu. Hábitos blancos, que en su día llenas de jovialidad y juventud, personalizaron las palabras de Jesús: «por vuestras obras os reconocerán …»
Hoy Albacete, puede recoger los pequeños y a la vez grandes frutos que han crecido y madurado gracias a sus esfuerzos. Hombres y mujeres que, haciéndose prójimo han tenido el inmenso tesoro de poder sentirse más humanos, de poder sentir que estaban a un ápice del rostro del Señor, que pudieron estar con todos y cada uno de los que han habitado la Casa pero solo a tiempo parcial, las hermanas han sido a tiempo indefinido que, les daba la oportunidad de conocer palmo a palmo cada milímetro de sus heridas. Hábitos blancos que, nos han dejado un testimonio radical, puro y genuino desde aquellos inicios … cuando levantaban las primeras «piedras vivas» de la Casa con los primeros enfermos que llegaban; cuando entonces no había comodidad alguna, levantaban, lavaban, daban de comer y acostaban a los hijos de Dios. Entonces tiempos difíciles, tiempo de escasez pero siempre tiempo de Providencia. Hábitos blancos, hoy, transfigurados por el Espíritu de Santidad en cada una de las tareas de su misión que, un día Dios les confió. La tarea más ardua y a la vez más «dulce y delicada» como curar lo incurable, las yagas del sufrimiento de la soledad de sentirse distinto, de la soledad de sentirse solo, de la soledad de la enfermedad y de la soledad de la vejez. Hábitos blancos que, nunca se irán de nuestra retina y nuestro corazón.
Hoy más de un corazón se comprime ante ese adiós inesperado, ante el sentimiento de pérdida y nostalgia; pero esta no es la mirada del cristiano, la nuestra va más allá lo que «parece viejo, hoy es novedad». Ante las dificultades, el Espíritu nos alumbra con otro carisma, la hermandad de las congregaciones. Hábitos Blancos o grises, simbolizan el vivir y expresar tanto por dentro como por fuera el encuentro con el Señor, la pertenencia a Él. La entrega total a cuanto Dios y su Iglesia les ha confiado. Sed bienvenidas hermanas de la Consolación a esta Casa, la Casa de la Institución del Sagrado Corazón.»
Elvira Navarro