Experiencia de voluntariado desde el
Noviciado
«Os aseguro que lo que hayáis hecho
a uno solo de estos mis
hermanos más pequeños,
a mí me lo hicisteis.»
[Mt 25, 40]
Este versículo se ha hecho presente en la mente y en el corazón de cada uno de los novicios claretianos en esta Navidad. El motivo es sencillo: hemos compartido servicio y de misión de forma continuada en la casa del Sagrado Corazón de Jesús, en Granada. Durante ocho días, nuestro horario ha cambiado. Madrugones, aseo de enfermos, trabajo físico, dar de comer a quien no puede, tardes de oración desde la paciencia y la atención, etc. Y así, nuestro tiempo se convertía en don, en oportunidad y en regalo de Dios para que uno pudiera entregarse de verdad.
De suerte, contábamos con cada una de las hermanas de esta comunidad. Ellas han supuesto un testimonio de servicio a los enfermos, de humildad, de disposición hacia sus necesidades y de amor a todos. Ellas son lección de que es posible olvidarse de uno mismo, cargar con la cruz y seguirle para alcanzar la perfecta alegría. No hemos vivido ninguna experiencia extraordinaria, tampoco ha habido grandes acontecimientos. Nuestro Dios ha querido, como siempre, permanecer en lo humilde, lo sencillo, lo oculto… ¡Dios-con-nosotros de verdad! Este Dios se nos presentaba cada vez que dábamos de comer a Encarna, a Miriam o a Antoñito. El mismo Dios duchábamos cuando aseábamos a Pepe, a Gregorio, a Juanjo. El mismo Dios ilumina su rostro en cada acogido que, necesitado, nos recuerda que ellos son los primeros en el Reino, los favoritos de Dios. Y es que esto es lo extraordinario: que Dios, a través de cada uno de ellos, nos sigue llamando a amar más, a entregarnos más, a olvidarnos de nosotros mismos para vivir por los demás, por Él… de verdad merece la pena!
Es una Navidad diferente, pero quizá la más llena de vida. El Niño nos ha nacido en cada enfermo que nos ha sonreído, nos ha dejado ayudarle, nos ha abrazado y, sobre todo, nos ha evangelizado. No sabemos hasta qué punto habremos sido útiles, pero sin duda, para nosotros, sois un regalo de Dios. Por vuestro silencioso testimonio de amor hasta el extremo. No es fácil acoger de primeras a los favoritos de Dios, a los pequeños… pero cuando uno reconoce lo pequeño que es, se da cuenta de que Él hace todo posible.
Desgraciadamente, la experiencia vivida estos días no puede expresarse con palabras. Hay que vivirla. Dicen que el toreo se ven muy bien desde el sillón, pero es en la arena donde se vive la pasión. Las cosas de Dios son iguales: o las vives o poco importa que te lo cuenten. Él está en lo pequeño, en lo marginado, en lo indefenso. Él te está esperando. Ven y verás.
Gracias hermanas… que Él os siga llenando de inmensa alegría…
Comunidad del Noviciado Claretiano de Granada
Enero de 2013