Experiencia de Eva Rodríguez en el campo de trabajo de Regina Mundi

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Eva Rodríguez, joven sevillana, ha realizado este verano el 2º campo de trabajo en Regina Mundi, la Casa de Sevilla de la Institución. Nos cuenta su experiencia: 

«Regina Mundi», un pedacito de cielo:

«Empezamos el campo de trabajo del segundo turno de Regina Mundi en nuestro cole, en la puerta negra. Sitio de reencuentro para los que somos de Los Remedios. Una vez en la casa, los que ya éramos voluntarios de Regina fuimos presentando a cada uno con alguna que otra anécdota para sacarle alguna sonrisa.

 

En la primera reflexión hablamos del impacto al entrar en la casa. Y lo sorprendente para mí, era ver como todos se iban integrando sin miedos ni rarezas en la familia de Regina Mundi. Cada uno de ellos se iba fijando en pequeños detalles: quién era el más sensible,el más difícil de entender debido a su enfermedad, el más divertido…y cómo con una mirada es suficiente para comunicar y transmitir tanto. Había unas frases repartidas por la casa que nos ayudaron a empatizar con los residentes y a profundizar más nuestra experiencia: «Dios bendiga cada rincón de esta casa»; «Amar es trabajar»; «Pensar que hay un Dios y pensar que me estámirando».

Para llegar a ser un grupo más unido y conocernos mejor, Curro nos propuso hacer una linea de fe y vida. Al compartirlo entre todos y abrirnos tanto sin conocernos, nos ayudóa entendernos, a ver reflejadas las virtudes de cada uno y a poder coordinarnos mucho mejor en la casa.ctrm15204

Pudimos llevarlos a la piscina y a la playa, entre otras salidas. Fue impagable ver sus caras al bañarse por primera vez en el verano. Presenciamos cómo Julia, una de las mujeres de Regina, fue soltándose en el agua poco a poco hasta nadar sola y emocionarse al verse de pie aguantando su propio peso en el agua tras años ligada a una silla de ruedas.

Algunos al ser voluntarios, ya conocíamos a las hermanas y a los enfermos. Y el miedo que teníamos era entrar en una rutina, sin tener esa ilusión del primer día y sin sorprendernos. Pero al revés, las hermanas depositaron muchísima confianza en nosotros. Tuvimos mucho más tiempo para convivir y escuchar como cada uno te cuenta su historia y como cogen confianza contigo al abrir su corazón.

En las reflexiones leímos un documento sobre las cartas de Damián. Hablando entre nosotros llegamos a la conclusión de que tanto Molokai como la casa de Regina eran dos trocitos del Reino de Dios.

La hermana María Ángeles, superiora de la casa nos dio una charla sobre el carisma de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús, cómo se fundóy algún aspecto característico como el voto de pobreza. Confían ciegamente en la providencia de Dios hasta tal punto que no pueden pedir ni decir a nadie qué es lo que más necesitan. Comentó algunos de los cambios más radicales que viven los enfermos desde que entran por primera vez en la casa hasta que se aceptan gracias al amor gratuito que reciben tanto de las hermanas, voluntarios e incluso los mismos enfermos. Nos contó cómo cada uno tenía un papel en la casa dependiendo de sus posibilidades. Y cómo está organizada la casa para que sea una verdadera familia de edades distintas en la que cada habitación no tiene un número sino un nombre, el de la persona que habita dentro: la habitación de Yoni, de Andrés, de Mariloli…

Al comienzo de cada día celebrábamos la misa en Regina y por la noche al acabar de cenar, dos de nosotros preparábamos una oración especial para el resto. La misa nos servía para empezar bien el día y saber qué quería Dios de nosotros. Y la oración, para revisar el día y compartirlo en el grupo.

Han pasado ya unos días y escribiendo este artículo me doy cuenta de la grandísima experiencia que hemos compartido. Aunque muchos volvamos a la casa como voluntarios, difícilmente olvidaremos todo lo que hemos vivido en estos diez días».