En la Eucaristía celebrada el día de Mª Auxiliadora, Andrés, uno de los acogidos de la casa de Regina Mundi, pidió a un voluntario que leyera las palabras que le había escrito a la Hna. Ana. Son estas:
«En Coripe naciste y a Regina mundo llegaste. Durante años has enamorado a Dios con tu forma de trabajar por la casa sin pedir nada a cambio, sólo te guiaste por la Providencia, y junto con ella tu camino creaste para que ahora hayas llegado al sendero de tu meta hacia el lugar por el que tanto has luchado y que ya lo tienes a tu lado. Espero que ahora estés muy cerquita de Él haciéndole los servicios que hiciste en la tierra, ósea, crear felicidad.
Para que, desde arriba, tú con tu celestial luz puedas iluminar al mundo que está en tinieblas, y que con esa bata blanca que llevabas, sigas sembrando paz haya donde quieras llegar.
Los que hemos vivido a tu lado, jamás olvidaremos tu forma de ser, sentir y soñar, y cuando soñabas lo hacías para crear un mundo mejor sin odio ni rencor. Pues a ti lo que te gustaba era la felicidad y el amor.
Desde aquí, desde la tierra, te mando un abrazo lleno de amor, pero no es uno, que son dos para que lo compartas con tu hermano Miguel que ya está también con Dios. Y me permitiré una licencia: darte las gracias de parte de las que fueron tus compañeras, que tantas noches, mañanas y tardes han compartido haciendo oraciones contigo.
Gracias por no decir nunca que no, y sobre todo, gracias por tener siempre una cualidad innata en ti, el saber escuchar, oír y aconsejar.
Me despido dándote un beso de paz.»