Cristina Machín, una de las voluntarias más jóvenes que acuden a «Regina Mundi», la Casa que la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús tiene en Sevilla, nos cuenta su experiencia de la Convivencia que celebraron los jóvenes voluntarios el 18 de marzo en la Casa, animada por el P. Curro SSCC y que contó con varios testimonios por parte de las hermanas y de voluntarios más veteranos en la Casa.
«La convivencia a la que nos habían invitado a ir comenzaba a las diez de la mañana, un 18 de Marzo. Aproximadamente por esa hora comenzamos a llegar los primeros voluntarios, cargados de cosas para la comida.
Hablábamos animadamente entre nosotros y con algunos de los residentes en el patio interior, minutos antes de comenzar y esperando al resto de los que faltaban. La dinámica estuvo centrada en conocernos mejor entre nosotros y también escuchar los testimonios de las personas que estaban en Regina día y noche como las Hermanas, o el testimonio de adultos que llevaban más años que nosotros yendo a la Casa para ayudar.
Había voluntarios a los que ya conocía pero me sorprendió ver caras nuevas, la de los voluntarios que venían los domingos. Juan Pablo y Blanca se encargaron de la primera dinámica para romper el hielo entre nosotros y conocernos mejor. Todos participamos y las Hermanas también. Lo divertido vino cuando después de presentarnos ante todos, teníamos que hacer un gesto mímico que nos identificase tal y como éramos. Hubo de todo; un poco de vergüenza para los que no se nos ocurría algo aunque algunos voluntarios derrocharon originalidad que nos hicieron reír a más de unos.
Después de varios ejercicios de este tipo, Ignacio y Cristina nos invitaron a la capilla de Regina para una pequeña oración que habían preparado. Con la canción de Rosana Soñaré y una profunda lectura del evangelio de San Mateo comenzamos el día de la convivencia. Tras la oración y unos minutos de descanso, vino una de las dinámicas que más me gustó y sorprendió al mismo tiempo: La hermana Mª Ángeles nos habló del dolor y del sufrimiento enfocado desde su experiencia personal. Me llamó la atención la forma en que ella veía a la muerte y especialmente, la de veces que la había presenciado acompañando a los enfermos. Y tal y como decía ella, es verdad que hoy en día se intenta ocultar la muerte ante todo, para evitar sufrir o sentir ese dolor.
Antes de comer, compartimos nuestra experiencia en el voluntariado de Regina en grupos de tres, sobre todo con aquellos a los que no conociéramos. Preparamos las mesas y la comida en la explanada de la Casa, y lo mejor fue el postre, ¡la tarta de Eva y el bizcocho que trajo Curro estaban buenísimos!
Después de la comilona, vino la segunda dinámica que más me gustó de la tarde: el testimonio de varios adultos que eran voluntarios de Regina y que llevaban mucho más tiempo que nosotros ayudando a las Hermanas y a los enfermos. Me gustó especialmente el testimonio de Antonio Gómez, que llevaba casi toda la vida viniendo a Regina, desde pequeño y cómo ahora se había traído después a su hijo pequeño con él los días que venía. Hasta la Hermana Ana decía que el pequeño a su edad, ya parecía un voluntario en Regina. La anécdota fue graciosa y tierna.
La velada finalizó con la misa que ofició Curro. Todos participamos en ella: leyendo las lecturas, las peticiones o cantando con el coro. En la explanada se estuvo muy bien con el calorcito y con la sombra de la tarde. Al finalizar la convivencia sobre las seis, todos nos despedimos de Regina y de sus residentes hasta el próximo día. Después de la convivencia con todos los voluntarios y las hermanas me marché realmente satisfecha y agradecida. En mi opinión, había sido una hermosa experiencia compartida con todos en aquella casa blanca del Aljarafe llamada Regina Mundi.»
Cristina Machín Suárez.